Chizza Bar de Vinos
LOS HABÍAMOS EXTRAÑADO TANTO.
Excepcional, sublime, magistral almuerzo. Volví a casa después de dos largos años. La distancia es la culpable de la tardanza en volver. Cuando te sentás a la mesa y te preguntan qué querés comer. Así, a pelo, sin menú. Estás en casa, no hay dudas. No sé Franco, tráeme lo que quieras. Entregadísimos. No hay forma de perder.
Lo primero que te mata es la panera. Un autocontrol imposible de ejercer. Trae un plato de escabeche de Perdiz y de escabeche de liebre. Mortales. Colas de langostinos Jumbo en tempura con salsa de chili dulce. Jamón crudo con espárragos con crema de limón. Centolla fresca en tempura con mayonesa de ciboulette. Basta ya. Queremos ir a dormir la siesta.
Pero no. Vienen los principales: tagliatelle con ragout de chivo (🙋🏼), hígado a la no sé qué (pedido especial), osobuco, y una Chernia que hasta a mí, que detesto el pescado, se me hacía agua la boca.
Teníamos las llaves del Cielo y el asiento a la derecha del Señor. La gloria misma.
Postre no van a comer? Cómo se van a ir sin comer postre? Chan! Higos en almíbar con un parmigiano estacionado 24 meses que te la voglio dire y una torta húmeda de naranjas que era para nunca más en tu vida parar de comer. Tanto y tan bien comimos que casi no tomamos. Acompañamos con un malbec-cabernet sauvignon de Trivento exquisito.
Nuestros compañeros de aventura, de lujo. Combo perfecto.
Los amamos Franco y Cecilia. Y juro que no es por interés!
