- ♥️En el corazón de Palermo, donde el abanico de posibilidades de gastronomía se abre en su ángulo más grande, ahí, justo ahí sobre la calle Malabia al 1500 está Eretz, esta pequeña gran cantina divinamente ambientada que te lleva de viaje a tierras israelíes sin escalas.
Los israelíes Dor Ratzon e Itai Sobol junto a nuestra Carla Giulianelli, apuestan a brindar al comensal los sabores de su tierra y la calidez que solo el pueblo de Israel puede brindar. Y se nota en los detalles de atención.
Te sentás y con la bebida te traen 4 ensaladitas pequeñas en cuenquitos y pan de pita casero rico y calentito que podés repetir en forma ilimitada. Eso te lo aclaran de movida y ya te sacan la sonrisa.
El menú colorido y claro, nos muestra que hay picadas varias para compartir (ellos en la carta te aclaran perfectamente el rindex de cada picada y te sugieren amablemente como combinarla con algún o algunos platos principales).
El ambiente es muy amable, acogedor, sus muebles cálidos y los detalles de decoración tienen su por qué. Tiene encanto, onda. Una enorme bandera Israelí cuelga en el fondo y abundan la madera y ladrillos. Tiene muchas más mesas de las que aparenta y su acústica es muy amena. Estaba lleno pero se podía hablar sin problemas.
El hummus particularmente me encantó. Su textura estaba perfecta, se notaba una buena pasta de sésamo detrás y estaba bien condimentado. Equilibrado y muy rico. También tienen un muy buen shawarma y brochettes (de pollo, ternera y cordero condimentadas al estilo griego), muy bien sazonados. El tabule estaba muy bien resuelto con un gusto a menta que le daba un toque fresco y muy acertado. Tal vez le faltaba un poco de sal, pero nada que no se solucione. El keppe frito estaba muy bueno, muy sabroso y el falafel estaba bien, era sabroso, así como el fattoush (no me mataron, pero estaban bien).
💡El lugar cierra, tienen promos con restorando y con tarjeta Club LN (chequeen esta info siempre antes de reservar por las dudas).
La ambientación bien predispone y la forma en que el personal te atiende también. Son muy amables y te traen todo rapidísimo en preciosa vajilla plateada y platos azules y blancos.
La oferta de vinos es muy pequeña y acotada, y ofrecen 6 cocktails que están bien, aunque no son su especialidad debo reconocer.
Lo que realmente destaco, será que lo dulce dulce dulce me puede y sobre todo si viene del oriente, es el postre. Tienen un postre cremoso de leche aromatizado con agua de azahar y coco rallado, nueces y syrup de rosas que NO pude parar de comer. Es un sabor polémico tal vez para nuestro paladar, pero los que se animan a todo, ni lo duden. La otra estrella de los postres y el motivo por el cual volvería sin dudar a Eretz es el logradísimo pastel de finos hilos de kadaif mantecoso relleno con suave quedo de cabra y mozzarella, syrup de almíbar casero y pistachos. El syrup te lo agregan al final bien caliente y es un ESPECTÁCULO.
También tienen interesante oferta de café –con un super café a la turca- y té a la menta estilo israelí al reverso de los postres
