Bello. Es lo primero que me viene a la mente.
Tranquilidad. Paz. Naturaleza.
Eso es lo que transmite L’ Erbe, en Sierra de los Padres. Que se coma rico es accesorio frente a la naturaleza que nos desborda allí.
Un salón ecléctico, solo ventanal, una chimenea antigua, carameleras antiguas. La cocina totalmente a la vista. Todo parece salido de un cuadro costumbrista de 1800.
Reservamos para almorzar, porque sabíamos que podían ser en vano los 30 km recorridos desde Mar del Plata.
Al llegar al «arco» de entrada a Sierra de los Padres, doblar a la derecha y la calle de tierra y pedregullo nos llevará hasta el almacén.
La carta es interesante. La carta de vinos es corta, pero Mar del Plata ahora es «alcohol cero».
Anuncian dos entradas incluidas en el precio de los platos y que no cobran cubierto. Lo cual, es verdad a medias porque si compartís un plato (que son grandes) te cobran $ 500.- (al 30-10-2021) por las dos entradas al segundo comensal aunque digas que no las querés y NO LAS COMAS (con lo cual, sí te cobran cubierto).
Está bueno que los platos sean generosos. Ahora bien, si son tan grandes que los tenés que compartir, te saca la posibilidad de probar varios platos, salvo que te guste desperdiciar la comida. No estoy a favor del plato escaso, pero la exuberancia, si te toma desprevenido, es un engaño, y si preguntás y tomás conocimiento, te impide probar más platos, salvo que el grupo sea muy grande. Nunca los extremos son buenos, en ningún orden de la vida.
Las entradas que «venían incluidas» en el precio del plato eran: primero un scon con hierbas y mayonesa de remolacha. La segunda «una bocha de queso azul y patagonia» (sic), una lámina de pera asada y pesto.
Pedimos, por decisión de mi hija, el pastel de cordero con papa aplastada que nos dijeron que era la especialidad de la casa. El cordero, hecho al horno de barro, estaba delicioso. No tenía ningún tipo de «tapa» por lo que nos quedó la duda del uso de la palabra «pastel».
Te avisan que cocinan sin sal ni pimienta y que utilizan un aceite de oliva con un picor especial y muchas hierbas y condimentos. Claramente no era necesaria la sal porque el cordero estaba cocinado a la perfección y los condimentos, las ciruelas y la panceta hacían lo suyo. El plato era abundante, comimos las dos y aún así quedó (y eso que mi hija no comió las entradas). Nos ofrecieron envolverlo para llevar pero estábamos de paso.
Dos personas, un plato + 2 aguas = $ 2.760.-
En la carta ofrecen una variedad de aguas saborizadas y tés que quedarán para una próxima visita.
En el almacén venden infinidad de productos: desde especias hasta miel, pasando por hojas y flores para infusiones y aceites varios.
Es un paseo muy lindo para hacer y se come en un ambiente maravilloso. La atención de la camarera fue impecable.
Al mediodía no se sirven sándwiches. Esos son para la hora del té que ya aprovecharemos en otro momento.
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